domingo, 21 de junio de 2020

BELGRANO, LA PATRIA Y LOS CRETINOS

Gonzalo Andrés Gutiérrez
21 de junio de 2020
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BELGRANO, LA PATRIA Y LOS CRETINOS
Pocos héroes de nuestra independencia despiertan el unánime consenso sacralizado, de que se trató de un grande, de un criollo que llevó contra viento y marea el proyecto de una nación sudamericana, en los albores de la patria. Un asceta, quien se animó, corajudo, sin conocimiento alguno, a dirigir ejércitos improvisados y maltrechos, cuando pujaba la patria para parirse a sí misma.
Un asceta del espíritu, que donó sus sueldos para la construcción de escuelas, a quien en la antesala de su muerte, solo le quedaba un reloj para el pago de los servicios médicos de su agonía.
Belgrano no es hoy un ícono mitológico a quien le abrojamos aquellas virtudes y anécdotas. Fue un personaje real y por ello, necesariamente, me proyecta a nuestro presente, disparando el amperímetro de nuestra realidad, donde tantos miserables y sinvergüenzas usufructúan el vano poder de la función pública para beneficio exclusivo.
Traspolando a nuestra realidad, el viernes, junto a un grupo de compañeros, debatíamos si le hace bien o mal al peronismo de Federal, el hecho de las manifestaciones sindicales en la puerta del municipio, con sus aparentes “desprolijas formas”.
Pero claro, coincidíamos en que es difícil convencer a un empleado municipal de que debe “aguantar”, ganando quince mil pesos al mes, cuando le reconocen a un ladrón como Boudou una renta vitalicia de trescientas lucas, con más veinte millones por “retroactivos”, contando con el “amparo legal” de indulgentes e injustas leyes previsionales.
Es difícil explicarle que no hay para aumentos, cuando un senador se embolsilla trescientas lucas al mes, con más quinientas de contratos discrecionales. Más aún cuando nos decimos “compañeros”.
Difícil que entienda un trabajador municipal, que encumbrados funcionarios de su repartición que sólo hacen gala de incompetencia, ganan arriba de cien lucas. Toda esa inmundicia, con la que nos habituamos a vivir, la que nos adormece por su cotidianeidad, nos advierte qué lejos estamos de aquel prócer de mayo.
La deshonestidad, el desparpajo y la impudicia de todos los días de algunos que nos gobiernan, la que toleramos con indulgencia, nos advierte qué lejos estamos de emular aquel prócer desinteresado, lejano parangón aspiracional con el que deberíamos medir la conducta de los inoperantes y sinvergüenzas de todos los días.
En una alegoría cruel, la cotorra bombera de los sábados nos anunciaba del reciente “desprendimiento” de un legislador, cuando autorizaba que parte de su dieta se destinara al Hospital. Aquel General donaba el sueldo completo.